A continuación, os voy a relatar un cuento que tiene que ver con la pasada
festividad del día de Reyes. Con la esperanza de que sea de vuestro agrado os narro, pues, este hermoso cuento que, sea como sea, ha pasado a formar parte de nuestras vidas desde nuestra más tierna infancia ... Dice así :
Un 5 de enero, mientras espiaba escondido esperando ver a Melchor, Gaspar y Baltasar en sus camellos, vi a mis padres colocando mi regalo de reyes junto a mis zapatos.
Me quedé un rato largo mirando la escena... Cuando volví a mi cama, me di cuenta de que mis compañeros de la escuela, con los que yo discutía desde hacía semanas defendiendo mi fantasía, decían la verdad ...
Aquella noche lloré un poco, pensé mucho y no dormí nada.
A la mañana siguiente, con mi regalo todavía sin abrir y en un absurdo
deseo de confirmar lo que había descubierto, me senté en la cocina delante de mi
mamá, que estaba haciendo una masa. La miré sin decir nada, esperando vaya a saber qué palabra o qué gesto.
Mi mamá se debió dar cuenta, porque me dijo simplemente:
- Los Reyes Magos no existen, David ...
Y recuerdo que yo, inmóvil, tragué saliva y le pregunté, tratando de aferrarme a algo que se me escapaba :
- El Ratoncito Pérez tampoco, ¿ verdad ?
Mi mamá hizó un gesto negativo con la cabeza, me sonrió y me ensució la nariz con un poco de harina.
Y yo supe, sin que nadie me lo dijera, que ya nada sería igual.
Lo cierto es que esta experiencia, con el tiempo, significó un cambio importante en nuestras vidas. Sin duda, desde entonces, ya no fuimos los mismos y ... el mundo tampoco.
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